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Ministro Jaramillo admite que EPS están en cuidado intensivo para presionar reforma a la salud

En una declaración que ha encendido el debate público y político, el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, volvió a confirmar la línea dura del Gobierno Nacional frente a las Entidades Promotoras de Salud (EPS). En rueda de prensa celebrada el lunes 19 de mayo de 2025 en la Secretaría General del Senado, y acompañado por los ministros del Interior, Armando Benedetti, y de Trabajo, Antonio Sanguino, el funcionario ratificó que las EPS están “en cuidado intensivo”, como parte de una estrategia gubernamental para presionar la aprobación de la reforma a la salud.
El pronunciamiento fue realizado en el marco de la radicación de una nueva consulta popular que contiene 16 preguntas dirigidas a varios aspectos del proyecto reformista del Ejecutivo, entre ellos, el futuro del sistema de salud en Colombia. La contundencia de las palabras de Jaramillo no dejó lugar a interpretaciones ambiguas: “Por eso las tenemos en cuidado intensivo. Para que se haga la reforma, para poder pagar las deudas que tienen las EPS”.
Esta no es la primera vez que el jefe de la cartera de Salud lanza una advertencia pública sobre el frágil estado de las EPS. Una semana antes, el 12 de mayo, durante una audiencia pública en la Comisión Séptima del Senado, Jaramillo ya había deslizado la misma idea: el saneamiento financiero del sistema depende, exclusivamente, de que el Congreso apruebe la reforma.
“Sí, tenemos recursos y estamos contemplando cómo sanear el sistema; todo depende de si el Senado quiere aprobar eso o no”, sentenció en esa ocasión. La afirmación fue interpretada por múltiples sectores como una clara señal de presión, una especie de chantaje institucional que busca forzar la voluntad legislativa.
Una estrategia calculada: “Están quebradas”
Durante su intervención más reciente, Jaramillo fue más allá al presentar un análisis sombrío sobre el estado financiero de las EPS. En sus palabras, estas entidades no pueden seguir funcionando como aseguradoras porque “ni tienen capital, ni tienen patrimonio, ni tienen reservas y siempre se quiebran”. Argumentó además que el modelo actual es inviable y utilizó como ejemplo el colapso que, según él, ocurrió durante el gobierno del expresidente Iván Duque, cuando las acreencias del sistema alcanzaron los 30 billones de pesos y apenas se logró pagar uno solo.
“La última quiebra del señor, del presidente Duque. Fueron por más de 30 billones de pesos, fueron las acreencias; terminaron en 9, en 9 billones. Ya las de acreencias definitivas que fueron aceptadas. Y no se pagó sino un solo billón de pesos”, explicó.
Este repaso histórico le sirvió como punto de apoyo para justificar la intervención del Estado como única vía de salvamento financiero y organizativo del sistema. Aseguró que, de no aprobarse la reforma, el país enfrentaría una “catástrofe” para clínicas, hospitales y proveedores. “Por eso las tenemos en cuidado intensivo”, reiteró, dando a entender que el manejo actual de las EPS forma parte de una transición planeada.
Reforma o colapso: el nuevo dilema del Congreso
La postura del ministro no solo ha levantado una ola de críticas entre los gremios de la salud y la oposición política, sino que también ha sido interpretada como una advertencia directa al Congreso. Al condicionar la sostenibilidad del sistema al respaldo parlamentario de la reforma, el Ejecutivo pone a los legisladores en una encrucijada: si aprueban el proyecto, el Gobierno se compromete a sanear las deudas; si lo rechazan, las EPS podrían continuar su deterioro sin garantías financieras.
Esto ha despertado preocupación en diversos sectores que acusan al Ejecutivo de estar jugando con la salud pública como instrumento de presión. “No se puede manejar el sistema como una moneda de cambio política”, aseguran desde voces críticas, que ven en estas declaraciones una amenaza velada para forzar decisiones legislativas.
¿El fin de las EPS como intermediarias?
Otro punto álgido mencionado por el ministro es el cambio radical en el modelo de aseguramiento que propone la reforma. Según Jaramillo, el Gobierno ya ha demostrado que puede administrar directamente los recursos del sistema, especialmente en el régimen subsidiado, sin la intermediación de las EPS. “Ya hoy se pagaron todas ellas. Todo lo que es el régimen subsidiado”, afirmó, sugiriendo que el Estado tiene la capacidad técnica y financiera para asumir directamente estos procesos.
La intención del Gobierno es clara: reducir o eliminar la intermediación financiera de las EPS y permitir que los recursos lleguen directamente a clínicas y hospitales. En esa línea, la nueva consulta popular también incluirá preguntas relacionadas con este cambio de modelo, apelando directamente a la opinión ciudadana para respaldar la reforma estructural.
Reacciones: entre la alerta y la resistencia
La comunidad médica, las asociaciones hospitalarias y los usuarios del sistema de salud siguen con atención cada uno de estos movimientos. Mientras algunos celebran que, por fin, se impulse una transformación profunda del sistema, otros ven con preocupación la forma en que se está llevando a cabo. El discurso oficialista, que parece dejar en segundo plano a las EPS hasta que el Congreso actúe, despierta interrogantes sobre la continuidad y calidad del servicio en el corto plazo.
Por su parte, los partidos de oposición y los analistas políticos señalan que el Gobierno está cruzando una línea peligrosa. “Estamos frente a una estrategia que usa la debilidad del sistema como herramienta de negociación. Eso es inaceptable en democracia”, aseguró uno de los senadores críticos del proyecto.
¿Qué sigue?
La consulta popular recién radicada abrirá un nuevo capítulo en la ya intensa discusión sobre la reforma a la salud. Mientras tanto, el mensaje del ministro es claro: las EPS seguirán en “cuidado intensivo” hasta que el Congreso se pronuncie.
Lo que está en juego no es solo el futuro de estas entidades, sino la manera en que Colombia gestionará uno de sus derechos fundamentales: el acceso digno, oportuno y eficiente a la salud. Y, como bien lo dejó entrever Jaramillo, el tiempo corre.